LOS MICRORRELATOS MÁS CORTOS JAMÁS CONTADOS
JESUSITO DE MI VIDA
Dormitorio infantil una tarde de invierno a las ocho. La hora de irse a la cama los niños bien educados. Una mamá que lleva a su lindo y querido hijito a su cama. ¡Leches, que fría está la habitación! Como si la ventana estuviera abierta… pero no, la ventana estaba cerrada, mal pero cerrada. –Taparé bien a mi niño, pero antes que rece sus oraciones como buen angelito que es- y lo puso tiernamente de rodillas encima de la cama: -ya sabes, mi amor, ahora reza y luego te tapas bien con esta mantita y a dormir- tras lo cual, la amorosa mamá cerró bien la puertecita para que el ruido de la tele no molestara el sueño de la criatura. En cuanto la mamá salió, el piadoso y tierno niño se puso a rezar su oración preferida (de hecho, la única que le habían enseñado):
-Jesusito de mi vida, eres niño como yo, por eso te quiero tanto y te doy mi corazón. ¡Tómalo! ¡Tómalo! Tuyo es, mío no- extendió su inocente bracito ofreciendo su corazoncito a Jesusito ¡Tómalo!- como quiera que Jesusito no tomara el corazón aquél que el niño ofrecía tan generosamente, insistió
-¡Tómalo!
El niñito aquél tan educadito perdió la paciencia:
– ¡Que lo tomes, coño!-
-No, criatura, quédatelo, no quiero tu corazón y además no digas tacos que a tu edad está muy feo- contestó con voz muy baja Jesusito
-¿Por qué no quieres mi corazón? Te lo doy porque así lo dice la oración- y el niñito tan rezón se puso al borde del llanto por el desaire que Jesusito le estaba haciendo
– Mira niño, no lo quiero porque el corazón es tuyo y lo necesitas para vivir ¿Comprendes, criatura? Sin corazón no se puede vivir
– ¡La oración así lo dice y tú te llevas mi corazón o se lo digo a mi mamá, que tú no la conoces!
-Ante esa amenaza del niño orante, Jesusito, que así se llamaba el ladrón aquél que había entrado por la ventana, cogió su antifaz, sus herramientas de forzar puertas y cerraduras y el saco donde meter sus robos y escapó por la ventana. El niño se puso a llorar desconsoladamente por el desprecio de Jesusito de su alma hasta que llegó su queridísima mamá: ¡Hostias, que fría está la habitación!
-Es que Jesusito ha dejado la ventana abierta…